Hemos dejado que la iglesia, con
sus campanas al vuelo, marcara el ritmo de nuestras vidas, después, fueron los
mercaderes quienes incrustaron sus relojes en las torres más altas, nos
inocularon la prisa y nos arrebataron el paseo, en ese ir y venir por la plaza,
nos olvidamos del sol, que colgaba más alto que las campanas y que el reloj.
Pilipunk
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