domingo, 28 de abril de 2013

Reconciliación de ciencia y utopía



Reconciliación de ciencia y utopía
Los ríos de la ciencia y la utopía confluyen ante nosotros desembocando en el mar la realidad, caminamos por esas veredas que acompañan a ambos ríos y a veces paramos a descansar, bebemos de sus aguas pero nunca perdemos de vista de dónde vienen y adónde van.
“Disoñar, de diseñar y soñar”, de la imaginación a la acción, de lo percibido a lo pensado, de la utopía a la realidad, del cerebro, artesano en desprestigio, a la verdad.
El cerebro, contenedor y contenido de sueños, de artefactos, de arte y de facto, generador de ideas, que en medio del todo y la nada, aprehende, aprende y prende la palabra, plasma la obra, y sabiendo que sólo es obra si la palabra es libre, ni la compra ni la vende, elige la palabra parida y no replicada, la palabra intencionada, resultado y principio, la palabra amante y amada por la utopía, aquella que la ciencia imprime y viste de verdad, liberada de la arbitraria opinión, libre del disfraz de la emoción, pero con la satisfacción de ser y existir, la palabra descarriada, dotada de atino y destino, despojada del desatino de la pasión, palabras perdidas que divergen por la jungla del saber, ahora disciplinadas para hacerlas converger, de la información a la dirección, de la inspiración a la razón y de nuevo al manantial de los sueños para fluir y empezar de nuevo.
“Replicantes no hay camino, se hace camino al pensar y al reflexionar se observa la senda por la que el rebaño va”, es misión del homo sapiens sapiens en evolución (¿seguimos evolucionando?) practicar apología del pensamiento con el objetivo de ser y sentirse más libre y así escapar de la esclavitud a la que lo someten las contingencias políticas, sociales y económicas.
Se ha tomado prestada la palabra disoñar de Educadores y Educandos infantiles, una utopía posible. Domínguez, J., tergiversada en aras de lo poético.
Fotografía y texto P. Castañeda., J. Delfín.  

miércoles, 17 de abril de 2013

Fui




Fui
Fui camino, barro,
Que otros pisaron buscando la libertad,
Fui las huellas del caminante
Que caminaba en soledad,
Fui el agua del charco,
Que reflejaba tú cara,
Cuando tenías sed
Y parabas a descansar,
Fui la sombra, tu escudero
Que te acompañaba al andar,
Fui la piedra, esa que se te clavaba
Que te impedía correr más,
Fui el sol, el día, la noche…la oscuridad.
Ahora soy la duna que  avanza,
Y aprovecha el viento para ir más allá,
Más libre de lo que tú nunca fuiste,
Más allá de lo que tú nunca imaginaste,
Y jamás podrás imaginar.
P. Castañeda.